CuentoIn memoria de la memoria humana
Benjamín Molpo
Publicado en El Gusano de Luz:
http://www.elgusanodeluz.com/www/articulos.asp?id=4664
(Extracto, Dos cuentos cortos)
UN TSUNAMÍ
La Muerte asemeja un tsunami, el agua se retira de la orilla, fingiendo miedo y delicadeza, y deja ver el fondo, y allí depositado están mis bases, movedizas y firme a la vez. Pequeños pedazos de corales que no recordaba y millones de granos de arenas.
Hay una tibieza en el fondo, recuerda un hogar, tal vez una mano tibia, o quizás un útero, una tibieza irrepetible durante toda la vida, que nos obliga a una búsqueda desenfrenada durante años, añorando la repetición de esa cálida sensación. Pero en el fondo también hay cadáveres de peces muertos, olvidados esqueletos, comidos a medias, peces lastimados y que aún se mueven, con cadencias que sonarían a quejidos, aquellos olvidados, compañeros de desventuras, sexo ocasional y gente lastimadas por mi presencia. Pero hay algo que no está en el fondo, lo busco y no hay ni rastros, mis proyectos donde se han ido.
Voy recorriendo la arena del fondo y mi vida regresa en fracciones de segundos. Dije que la muerte asemeja a un tsunami, y la pared de agua se alza, inevitable, oscura, dejando ver un túnel de luz y agua en su caída y arrasando toda la orilla borrándola y componiéndola en una forma diferente, una forma que ya no me pertenece.
MORIR EN LA PIEL
Espesa se hace la mirada cuando de las chimeneas ves salir el humo de la piel achicharrada, espesa cuando la tierra se niega a tragarse los cuerpos a medio morir y a medio vivir. Espeso el olor del traje militar con sus cruces y signos, que se confunde con el temblor de piso al acercarse a mí. Los signos y trajes colocan al cinismo y al poder por encima de la vida, un error que se repite adiario.
Morir en la piel, es quedarse muy adentro con el miedo al final, que sin saberlo ya pasó sobre y dentro de ti, y sólo queda respirar como excusa de vida. Ver la piel secarse, mientras otros caminan a pozos de muerte y a cámaras de gas; estremecerse con la mirada del guardia y pensar que puede ser lo último que te lleves.
Morir en la piel, es no tener nada, solo aliento y una vaga esperanza sin forma ni sentido. Es ver como arrasan la vida y no te alcanzan las fuerzas para impedirlo, la lucha por el aliento se consume todo pensamiento. Morir en la piel es saberse abandonado, perdido en las garras de un demonio, y no recordar el nombre del Altísimo. Pero tener la certeza de que Él te recuerda a cada instante. Es perder la vista en la lejanía y no volver a mirar otra vez al Mundo. Morir en la piel es un sacrificio, un Holocausto, a algún demonio desconocido. Y si vuelves a la vida, los jirones de piel no sanarán ni desaparecerán por todas las generaciones futuras, quienes vivirán con sus jirones y recuerdos
Benjamín Molpo
Publicado en El Gusano de Luz:
http://www.elgusanodeluz.com/www/articulos.asp?id=4664
(Extracto, Dos cuentos cortos)
UN TSUNAMÍ
La Muerte asemeja un tsunami, el agua se retira de la orilla, fingiendo miedo y delicadeza, y deja ver el fondo, y allí depositado están mis bases, movedizas y firme a la vez. Pequeños pedazos de corales que no recordaba y millones de granos de arenas.
Hay una tibieza en el fondo, recuerda un hogar, tal vez una mano tibia, o quizás un útero, una tibieza irrepetible durante toda la vida, que nos obliga a una búsqueda desenfrenada durante años, añorando la repetición de esa cálida sensación. Pero en el fondo también hay cadáveres de peces muertos, olvidados esqueletos, comidos a medias, peces lastimados y que aún se mueven, con cadencias que sonarían a quejidos, aquellos olvidados, compañeros de desventuras, sexo ocasional y gente lastimadas por mi presencia. Pero hay algo que no está en el fondo, lo busco y no hay ni rastros, mis proyectos donde se han ido.
Voy recorriendo la arena del fondo y mi vida regresa en fracciones de segundos. Dije que la muerte asemeja a un tsunami, y la pared de agua se alza, inevitable, oscura, dejando ver un túnel de luz y agua en su caída y arrasando toda la orilla borrándola y componiéndola en una forma diferente, una forma que ya no me pertenece.
MORIR EN LA PIEL
Espesa se hace la mirada cuando de las chimeneas ves salir el humo de la piel achicharrada, espesa cuando la tierra se niega a tragarse los cuerpos a medio morir y a medio vivir. Espeso el olor del traje militar con sus cruces y signos, que se confunde con el temblor de piso al acercarse a mí. Los signos y trajes colocan al cinismo y al poder por encima de la vida, un error que se repite adiario.
Morir en la piel, es quedarse muy adentro con el miedo al final, que sin saberlo ya pasó sobre y dentro de ti, y sólo queda respirar como excusa de vida. Ver la piel secarse, mientras otros caminan a pozos de muerte y a cámaras de gas; estremecerse con la mirada del guardia y pensar que puede ser lo último que te lleves.
Morir en la piel, es no tener nada, solo aliento y una vaga esperanza sin forma ni sentido. Es ver como arrasan la vida y no te alcanzan las fuerzas para impedirlo, la lucha por el aliento se consume todo pensamiento. Morir en la piel es saberse abandonado, perdido en las garras de un demonio, y no recordar el nombre del Altísimo. Pero tener la certeza de que Él te recuerda a cada instante. Es perder la vista en la lejanía y no volver a mirar otra vez al Mundo. Morir en la piel es un sacrificio, un Holocausto, a algún demonio desconocido. Y si vuelves a la vida, los jirones de piel no sanarán ni desaparecerán por todas las generaciones futuras, quienes vivirán con sus jirones y recuerdos